Las obras para el Minella, los partidos contra los brasileños y falta un juez federal desde hace diez años
Verano del 2027. Boca, River, Racing o Independiente tal vez se presenten en el Mundialista de Mar del Plata. ¿Vuelven los torneos de verano después de ocho años? El calendario del fútbol argentino hoy no permitiría la realización de ese tipo de torneo, pero sí la realización de partidos entre equipos argentinos y brasileños. En enero de 2027, con obras ya realizadas en el Minella, no se descarta la realización de “desafíos” entre equipos argentinos y brasileños, según pudo saber este medio. “¿Te imaginás un Boca-Flamengo, un River-Palmeiras, un Racing-Corinthians o un Independiente-Fluminense en Mar del Plata? Bueno, imaginalo porque hay muchas chances de que lo puedas ver”, señalaba un alto dirigente deportivo nacional de paso por Mar del Plata esta semana. Como se sabe, el grupo Minella Stadium S.A., con capitales mixtos y acento brasileño, firmó los papeles y se quedó con la concesión por tres décadas. Treinta años, más una opción a diez. El coloso de cemento se había convertido en un elefante gris que nadie quería mantener. Techos rotos, tribunas clausuradas y butacas que crujen con nostalgia del 78. El municipio no tenía ni los fondos ni la paciencia para meterle mano. Y así apareció el consorcio, con promesas de inversión millonaria y renderizados en 3D que parecen sacados de Miami Beach.

El Estadio, el Polideportivo y el Parque de los Deportes serán remodelados. El 5 de diciembre próximo se realizará una presentación ante la prensa, por parte de las autoridades de la empresa concesionaria, para brindar detalles de las obras a realizar. Entre otros anuncios, se señalará que tras la presentación de los planos, lo primero que se hará en el Minella será retirar el techo. Aproximadamente un año después, se instalará el nuevo, previéndose para el verano de 2027 la vuelta de los partidos importantes. Además, se procederá a cambiar todas las butacas, se arreglará el campo de juego, y se taparon los fosos para agregarle más localidades. Habrá obras para construir nuevos vestuarios y anexos y, en una etapa posterior, se realizarán los palcos de 360 grados. También habrá nueva iluminación LED, locales gastronómicos y un mini shopping pegado al estadio. En el Polideportivo Islas Malvinas, prometen techo nuevo, aire acondicionado y más confort para recitales y torneos como así también la instalación de un gigantesco cartel LED, tipo de los que se usan en los partidos de la NBA. En próximos días se anunciará la realización de un torneo de paddle en el polideportivo, con la participación de los mejores jugadores de España y Argentina en un desafío que promete. Si todo sale según lo previsto, el Parque de los Deportes podría dejar de ser una postal de los 90 y transformarse en un polo de espectáculos y negocios. De hecho, en la esquina de Canosa y Juan B. Justo, se habilitará una amplia zona de entretenimientos.

De Mar del Plata a los Emiratos Árabes. El gobernador de Mendoza, Alfredo Cornejo, se encuentra en Emiratos Árabes junto a su ministra de Energía y Ambiente, Jimena Latorre. En su agenda incluyeron una reunión con el CEO de Khalifa Economic Zones Abu Dhabi (Kezad), el grupo logístico e industrial más importante del país y el gobernador le dio un llamativo regalo de Mar del Plata. Cornejo compartió en sus redes sociales una serie de fotos de su actividad en Emiratos Árabes y en el posteo del encuentro con el CEO de Khalifa Economic Zones Abu Dhabi se ven dos postales en la que intercambian regalos. Cornejo le dio al empresario dos presentes: un aceite de oliva Laur y una caja de Havanettes. ¿Por qué no llevó alfajores de Mendoza?, se preguntaron en varios portales de aquella provincia.
En Mar del Plata hay un asado que lleva casi diez años en la parrilla. No es el de la Asociación de Magistrados ni el de algún club judicial de Playa Grande: es el asado simbólico que se cocina a fuego lento cada vez que el Consejo de la Magistratura intenta designar un juez federal. Un asado sin carne, sin pan y, sobre todo, sin juez. La historia es digna de una tragicomedia institucional. Desde 2015, cuando el juez Alejandro Castellanos dejó el Juzgado Federal en lo Criminal y Correccional N° 1 para asumir como camarista en Salta, ese tribunal –el que se ocupa de causas de narcotráfico, lavado de dinero, evasión tributaria y contrabando– quedó vacante. Pasaron tres presidentes, incontables promesas y más de una docena de sesiones del Consejo. Pero el sillón sigue ahí, vacío, viendo desfilar los años como si fuera parte del mobiliario judicial.
El juez Alejandro Castellanos.
En 2017, el entonces presidente Mauricio Macri propuso al doctor Federico Hooft. El pliego fue al Senado, pero nunca se trató. Después vino el gobierno de Alberto Fernández, que devolvió el expediente al Consejo para “reintegrar la terna”. Y finalmente, con Javier Milei en la Casa Rosada, el organismo volvió a convocar entrevistas a los candidatos originales –muchos de los cuales ya tienen más canas que la Constitución– para “actualizar” el proceso. En noviembre de 2025, diez años después de la vacante, el Consejo de la Magistratura sigue en “condiciones de integrar la terna”. O sea, todavía no. El caso del Juzgado N°1 no es una excepción. En la Cámara Federal de Apelaciones de Mar del Plata, la otra gran vacante data de 2018, cuando Jorge Ferro renunció a su cargo. El concurso se hizo ese mismo año, la terna se elevó recién en 2024, y desde entonces se espera que el presidente elija a un candidato. Si todo sale bien, el nombramiento llegaría en 2026. O sea, ocho años después.
Mientras tanto, la Cámara está saturada de expedientes previsionales y de salud, un aluvión que supera su capacidad humana y tecnológica. Hay incluso un proyecto de ley para crear otra sala, aunque nadie sabe con qué jueces la llenarían. Los abogados marplatenses lo cuentan entre risas, con la copa en la mano y el humo del asado como metáfora: la Justicia Federal está en punto muerto, atrapada en un sistema de selección que ya nadie defiende en voz alta. El Consejo de la Magistratura se presenta como un organismo técnico, pero funciona como un comité político con toga. Su diseño –mezcla de juristas, legisladores y jueces– garantiza que cada vacante sea una pieza de negociación partidaria. El mérito académico o la trayectoria judicial importan, sí, pero solo después de pasar por la aduana del poder. Y esa aduana, todos lo saben, cobra peaje ideológico.
La Cámara Federal de Apelaciones.
El proceso es tan lento y opaco que da tiempo para varias generaciones de concursos. Hay postulantes que comenzaron el trámite como abogados jóvenes y podrían jurar como jueces jubilados. En el medio, los despachos se vacían, los suplentes se desgastan y los expedientes se amontonan como brasas apagadas. En los asados de abogados –esa institución marplatense donde se arregla el país entre chinchulines y lamentos– el tema aparece siempre. Uno levanta la copa y pregunta:
—¿Cuánto tarda el Consejo en nombrar un juez?
Y otro responde:
—Lo mismo que tarda la política en ponerse de acuerdo: toda la vida.
La moraleja es conocida, pero sigue quemando: el sistema actual no falla por burocrático, sino porque está diseñado para no funcionar sin rosca. Cada gobierno quiere su cuota de influencia, cada senador su gesto de poder, cada consejero su voto negociado. Y mientras tanto, los juzgados siguen vacantes, los expedientes se demoran y los ciudadanos esperan que alguien, en algún momento, firme una sentencia.
A esta altura, Mar del Plata se convirtió en un caso de estudio. En diez años, la ciudad renovó intendentes, concejales y legisladores. Cambió el clima político, las alianzas y hasta el tipo de asado. Pero no logró tener un juez federal penal titular. Una década de democracia, tres presidentes, varias ternas, ningún nombramiento. Si la Justicia fuera un asador, habría que admitir que el fuego se apagó hace rato. Por eso, cuando alguien enciende la radio y escucha que el Consejo “avanza en la conformación de la terna”, los abogados marplatenses apenas sonríen. Saben que no es noticia: es el eco de un asado eterno, ese donde siempre falta el juez que nunca llega.

Vacaciones ya… Según el último estudio de Bumeran, nueve de cada diez trabajadores argentinos están “quemados”. Literalmente. Agotados, saturados, al borde del colapso emocional. Y no es una metáfora: Argentina encabeza el ranking latinoamericano del burnout por cuarto año consecutivo. Un campeonato que nadie quiere ganar. El 92 % dice estar exhausto por el trabajo; el 77 % reconoce vivir estresado; el 73 %, desmotivado, y un 37% ni siquiera logra desconectarse al final del día. En un país que ya no desconecta ni los enchufes, no sorprende. Las causas son conocidas pero igual duelen: jefes tóxicos (24 %), tareas poco claras (21 %), sobrecarga laboral (18 %). Y eso sin contar los salarios que corren atrás de la inflación, los contratos que se renuevan mes a mes o la sensación general de que trabajar mucho ya no garantiza nada. Y así seguimos, entre la épica de la productividad y el mate frío del home office. Nueve de cada diez quemados… y uno que todavía cree que “ya se me va a pasar”.
Y a propósito de mates, unos emprendedores de la ciudad inventaron un mate hecho de yerba. Sí, literal. Mar del Plata, la misma que alguna vez exportó filetes y sueños de verano, ahora exporta mates biodegradables. El invento nació de la cabeza (y las manos) de dos marplatenses que un día se hartaron del plástico y decidieron darle una vuelta al ritual nacional. Así nació “MateCaps”, un mate sustentable fabricado a partir del descarte de la yerba mate. Un círculo perfecto: la yerba se convierte en mate, se usa y luego vuelve a la tierra sin contaminar. Casi poético. El proyecto ya llamó la atención fuera de la ciudad –y del país–. Exportan a Europa y América Latina, donde parece que el concepto de economía circular tiene más marketing que acá.
