Por Carolina Favini (*)
Tenía doce años el día que, decidida, le comuniqué a mi mamá que ya no volvería a comer carne. No hubo conversación previa, ni hecho traumático, ni nada. Solo una decisión y, desde ese momento y hasta hoy, nunca más consumí ningún tipo de carne (ni rojas ni blancas), fiambres, embutidos. Tampoco pescados. Recién ahí, con la decisión tomada y un libro que me prestó mi tía -sobre alimentación con plantas o algo similar- comencé a informarme sobre el vegetarianismo.
Por supuesto que, durante estos veintinueve años hubo acontecimientos que me atravesaron, como saberme embarazada. Puedo jurar que no es lo mismo ser vegetariana hoy, que en el momento en que decidí serlo. El obstetra me derivó inmediatamente a consulta con nutricionista y esta, luego de insistir en varias oportunidades y comprobar que no iba a ceder, me indicó un plato de lentejas diarios y leche fortificada con hierro. Una sola vez la compré porque, además de ser carísima, tenía un sabor horrible. Las lentejas sí, las comí cada uno de los días hasta que, a la semana treinta y siete, Malena, decidió que era momento de conocernos. Pesó tres kilos y, hasta los seis meses de vida, su alimentación fue exclusivamente lactancia materna. Luego seguí las indicaciones del pediatra, pero ella creció viéndome comer distinto y hoy es quien me acompaña en mi transición, casi total, al veganismo.
En todo este camino fui improvisando recetas, conociendo emprendimientos de cocina, investigando sobre el trasfondo de la producción láctea y de pollos, participando de actividades de difusión y, desde hace varios meses, acercándome a cada Vegan Day y acontecimiento vegano que se lleve a cabo en la ciudad.
A pocos metros de la plaza España, a las 14 horas de un hermoso, aunque fresco, domingo de julio, se abren las puertas del espacio en que se celebra un nuevo Vegan Day, hoy edición especial por el día del amigo. La variedad de stands es amplia: comidas dulces, saladas, listas para disfrutar o para conservar en el freezer, cosmética sustentable, conservas, muñecos, mates y accesorios artesanales. Sobre un stand, el cartel reza: “Que la nobleza de tu corazón supere la gula de tu paladar”. También encontramos el stand de Hogar Peludo que ofrece cuadernos, mates, accesorios, porta cosméticos y/o cartucheras, entre otros productos, los cuales son vendidos para ayudar a los ciento treinta perros rescatados que viven en el hogar.
En el medio del salón, varias mesas brindan espacio para pasar una tarde con amigos mientras se disfruta de alguna de las delicias que allí se consiguen. Varias personas llevan sus mates y, entre charlas y charlas, comen algo y esperan la realización de los sorteos porque, con cada compra, te entregan un número para participar del mismo.
Nancy, la organizadora del Vegan Day, cuenta que el evento nace en el año 2019 con el objetivo de promover un espacio de encuentro para personas veganas, pero también para difundir y concientizar y que, actualmente, se realiza uno por mes.
Ella es vegana desde hace más de diez años, pero, desde muy joven se dedicó a rescatar perros y gatos. Recuerda que hacían jornadas de activismo en contra de locales de comida china como forma de protesta frente al consumo de carne de perros y que, durante una de esas jornadas, se dio cuenta de que era cultural: salvar a unos y comerse a otros. Ese fue el click que la llevó a hacerse vegana al instante y sin transición.
Conversamos sobre las dificultades de elegir este tipo de alimentación en un país productor de carne y que, mayoritariamente, rinde culto al asado. Dice que, al principio, lo más difícil es la parte social. Nos reímos recordando la cantidad de eventos, familiares o de amigos, en los que nuestra única opción fue pan o una ensalada porque el organizador se había olvidado de que tener lista alguna preparación apta. “Pero sentir que soy coherente con lo que digo y lo que hago me ayuda a aguantar los cuestionamientos o las bromas”, finaliza.
Casi a las 18 horas, la gente de los stands comienza a ordenar y el público a retirarse. Entre ellas una joven con un enorme buzo color negro y la siguiente leyenda estampada en la espalda: “Podes elegir mirar para otro lado. Pero ya no vas a poder decir que no sabías”. Me retiro, yo también, con esa frase retumbando en mi cabeza.
(*) Carolina Favini (1983, Mar del Plata) es acompañante terapéutica y trabaja con niños y adolescente en situación de vulnerabilidad. Realizó varios talleres de escritura creativa, entre ellos, el dictado por Evangelina Aguilera. Es autora de los libros de cuentos ‘Correr el telón’ (Gogol Ediciones, 2021), ‘Diario de caza’ (Gogol Ediciones, 2023) y la novela ‘El mar en el que me hundo’ (Vinciguerra, 2025).
