Una reacción violenta que arrasó Colón y dejó una marca a fuego
La primera de las piedras prometidas salió de la mano de un manifestante a las 17.29 de aquel 4 de noviembre. El cielo de Mar del Plata, donde además de helicópteros militares sobrevolaba aún la épica de la concentración en el estadio Mundialista, empezó a poblarse de piedras y de gases lacrimógenos policiales. Después, llegaron las bombas molotov, los encapuchados, los incendios, la destrucción, las detenciones y los dos bandos bien diferenciados: los que se indignaron por lo sucedido y los que se enorgullecieron.
Los incidentes que marcaron a fuego la Cumbre de las Américas tanto como su mismo desarrollo y sus consecuencias geopolíticas se esperaban como el sol del día siguiente. Eran cosa garantizada desde el mismo momento en que se confirmó la presencia del presidente de Estados Unidos, George W. Bush. De hecho, en la cumbre anterior, en Canadá, había habido 500 detenidos. Por esa certeza fue que se implementó un triple anillo de contención, con vallas rodeando primero la zona de las deliberaciones, donde estaban todos los presidentes, luego, un área de seguridad para proteger el sitio de exclusión y más allá, un tercer anillo. Y después de ese último vallado, que en la avenida Colón estaba emplazado a la altura de la calle Corrientes, la ciudad liberada.
La Contracumbre en el estadio Mundialista había acabado a las 3 de la tarde, mandando “al carajo” al tratado de libre comercio en la frase del presidente venezolano Hugo Chávez robada de una bandera. Tras ello, la multitud se reunió en Juan B. Justo e Independencia y en una marcha convocada por piqueteros y agrupaciones de izquierda, inició su caminata hasta Colón y de allí a las vallas de Corrientes.
Con una columna que alcanzó seis cuadras de extensión, avanzó hacia el vallado de seguridad encabezado por figuras como Mario Cafiero, Néstor Pitrola, Vilma Ripoll y Carlos “Perro” Santillán.
El recorrido hacia el vallado de la zona de exclusión, situado en la intersección de Colón y Corrientes, se llevó a cabo sin incidentes hasta que la multitud alcanzó su destino, donde los manifestantes quemaron banderas estadounidenses y entonaron el Himno Nacional Argentino, antes de iniciar la retirada.
Sin embargo, la situación cambió drásticamente cuando un grupo minúsculo colgó carteles del PTS en la valla de seguridad y comenzó a golpearla. La policía respondió con gases lacrimógenos. Mientras la columna central se alejaba, los manifestantes, entre 200 y 300, lanzaron piedras, botellas y bombas incendiarias. Eran las 17.29.
Los violentos tomaron el control de la avenida, incendiando el Banco Galicia con bombas molotov y destrozando comercios y empresas. Las escenas de caos incluyeron saqueos y la construcción de barricadas con muebles extraídos de los negocios vandalizados.
Pasadas las cinco de la tarde, se iniciaron los incidentes y, al poco tiempo, ya había barricadas incendiadas.
En la siguiente hora, los manifestantes destruyeron un videoclub, un local de alfajores Havanna e intentaron incendiar la Telefónica de Argentina sin éxito. Luego, destrozaron las vidrieras de la agencia oficial de CTI en Colón y Córdoba, se inició un incendio en el local de la misma compañía y se levantó una barricada con el mobiliario extraído.
Mientras la policía avanzaba en un “dispositivo tenaza”, los violentos retrocedieron hasta Colón entre Mitre e Yrigoyen, donde destruyeron locales de Arcor y DirecTV, utilizando el mobiliario para una nueva barricada.
La multitudinaria columna ya se había dispersado y buscaba desentenderse de los disturbios, aunque muchos sin justificarlos, “los entendían”.
En un último impulso de violencia fueron saqueados los locales de Met Afyp, Swiss Medical y las vidrieras de Mapfre Aconcagua en Colón.
Finalmente, los manifestantes se reagruparon cerca de la estación de trenes donde la policía realizó la mayor parte de las detenciones.
El enfrentamiento se saldó con 64 detenciones, aunque estas ocurrieron lejos del foco de los incidentes. Entre los detenidos, se encontraban dos periodistas extranjeros. Los daños materiales fueron cuantiosos y el intendente Daniel Katz aseguró que el Estado nacional asumiría los costos de los destrozos. Katz, quien fue insultado por los vecinos durante su recorrido por la zona afectada, calificó los actos como obra de un grupo minoritario que no representaban a nadie.
Enemigo público
Como siempre en este tipo de acontecimientos, alguien sobresale sobre el resto. Puede que efectivamente tenga el rol de líder o jefe de los demás, pero también existe la chance de que se trate de una pulsión propia de la comunidad que lleva a apuntarle a ese –el de características físicas o actitudinales más llamativas, si se quiere– con uno o todos los dedos de las manos para referirse al colectivo entero. Una especie de sinécdoque social.
En este caso, ese no fue otro que Ricardo Alberto “Chacho” Berrozpe. De frondosa cabellera entrecana y aspecto combativo, el dirigente piquetero ya había sido noticia en Mar del Plata durante los años anteriores. En 1999, el militante del Movimiento Teresa Rodríguez y Fogoneros fue uno de los manifestantes que tomaron la Catedral de los Santos Pedro y Cecilia, un hecho que provocó menuda conmoción entre los ciudadanos en general y, en particular, sobre la feligresía católica.
En plena crisis de 2001, Berrozpe fue referente del campamento popular levantado frente a la Municipalidad, que permaneció casi dos meses hasta que se produjo la renuncia del intendente Elio Aprile.
Cuando se desataron los incidentes en medio de las protestas por la presencia de George W. Bush (hijo) en la ciudad, con motivo de la IV Cumbre de las Américas, Berrozpe fue señalado como “El Enemigo Público Nº 1”. Sin embargo, y a pesar de haber estado detenido y de ser condenado por la Justicia Federal tiempo después, el dirigente siempre se desligó de los actos vandálicos de los que habían sido víctimas pequeños y medianos comerciantes.
“Donde va Bush algún vidrio se rompe… La llegada del mayor genocida que hay sobre la Tierra no podía ser una marcha de silencio. Había que recibirlo en las vallas, hasta donde pudiéramos, para mostrarle al mundo que los argentinos somos dignos”, dijo el hombre, que entonces tenía 43 años, en una entrevista periodística.
Sin embargo, aclaró también que “el blanco” de los ataques con bombas molotov fabricadas de forma casera habían sido “las empresas privatizadas y los bancos”. “No somos nosotros los enemigos de la Patria. No actuamos sobre comercios. No tuvimos nada que ver con la rotura de esos vidrios. No reivindicamos esos hechos. Es más: los lamentamos. Son trabajadores”, agregó Berrozpe, que era padre de tres niñas y tenía un hermano desaparecido durante la última dictadura militar.
“Chacho” Berrozpe murió de cáncer el 4 de septiembre de 2018, tres días antes de cumplir los 56 años. Sus compañeros de militancia lo recordaron en los distintos sitios de las organizaciones populares y en las redes sociales, donde destacaron su coherencia, su solidaridad y su espíritu de lucha ante lo que su ideología radical lo hacía percibir como injusticias.
El camino judicial de los incidentes
A la semana siguiente de concluida la Cumbre, León Arslanián, ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, presentó ante el Poder Judicial un informe realizado por inteligencia de la Policía Bonaerense, que incluía fotos tomadas de las manifestaciones e incidentes. El escrito mencionaba, entre otros, a Berrozpe y a Oscar Kuperman. En ese momento, desde la Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional (Correpi) afirmaron que Arslanián incluyó en el informe “a todo el arco que movilizó contra Bush en Mar del Plata, pues aparecen allí mencionados dirigentes y referentes del Polo Obrero, del MST-Unite, de la CCC, entre otros”.
Tras las escandalosas imágenes de incidentes que recorrieron el mundo, el 17 de noviembre el Concejo Deliberante del Partido de General Pueyrredon declaró personas no gratas a los líderes de movimientos sociales Ricardo Berrozpe y Oscar Kuperman por “su participación en los hechos de violencia y destrozos producidos en la ciudad de Mar del Plata” el 4 de noviembre de 2005, durante la IV Cumbre de las Américas.
La Policía comenzó a avanzar por Colón y expulsó a los vándalos, que se reagruparon en la estación de trenes.
Ricardo “Chacho” Berrozpe fue uno de los símbolos de las protestas contra el presidente de Estados Unidos en la Cumbre y el primer imputado por los hechos de violencia. En algunas imágenes se lo pudo reconocer rompiendo vidrieras de un banco y en otras, junto a quienes arrojaban bombas tipo molotov contra comercios y las vallas de seguridad.
Berrozpe había sido procesado por la Justicia Federal por los delitos de “incitación a la violencia y preparación de material inflamable” y tras negarse a presentarse a declarar en la causa del juez Alejandro Castellanos, se entregó a mediados de diciembre de 2005 y quedó detenido.
Permaneció en esa situación hasta que en julio de 2006, la Sala II de la Cámara de Apelaciones, integrada por los jueces Gustavo Mitchell, Pedro David y Juan Fégoli, le concedió la prisión domiciliaria, al atender que “no se advierte que intentará eludir la acción de la justicia o entorpecer la investigación”.
Si bien rechazó en ese entonces un planteo de excarcelación –luego ratificado por la Cámara y finalmente revocado por la Cámara de Casación Penal–, el magistrado aceptó morigerar la detención de Berrozpe mediante el arresto domiciliario, pero con una fianza de 5.000 pesos (unos 2.000.000 de pesos al día de hoy).
“Opino que hay un montón de cosas de las que se me acusa que no tengo nada que ver”, dijo Berrozpe ante los medios al salir de la cárcel.
En 2007 la Justicia de la Provincia de Buenos Aires ordenó la suspensión de juicio a prueba contra “Chacho” Berrozpe por una causa de daños provocados durante las manifestaciones en la Cumbre. Seis meses después, en noviembre de ese año, la Justicia Federal adhirió a esa resolución y también ordenó la suspensión del juicio a prueba por las otras causas que tenía el líder piquetero.
La suspensión del juicio a prueba fue por dos años y además se le impuso a Berrozpe distintas reglas de conducta.
De esta manera, la causa contra un líder piquetero, que acusaban de incitación a la violencia y preparación de material inflamable en el marco de incidentes y manifestaciones antiimperialistas, se resolvió con tareas comunitarias en un comedor y un vivero.


